domingo, 15 de mayo de 2011

La llave dorada (parte 10)


-Miren, Miren, es ese maldito perro-
Se escucho gritar, un tono jubilo, desde algún lejano rincón de la plataforma, pronto le hicieron eco otros tantos. Los gritos que hace unos instantes clamaban por dolor, desesperación, terror, ahora, buscaban venganza. Eran de los otros, de aquellos quienes se encontraban tras las llamas. Ahora, estaban libres. Alfonso volteo, a ver a todas esas personas, con sus rostros, sedientos de venganza.
-La operación a sido un exito...- contesto el hombre sin inmutarse, pero la voz, revelaba, una especie de alivio.
-¡Deja de hablar en esa muy maldita lengua!- Dijo Paolo, al tiempo, que de su boca surgía un vomito de sangre negra.
Alfonso comprendió que entendía el lenguaje utilizado por aquellas personas. No sabia la razón. Lo más probable, era relacionarlo con ese extraño sueño, -acaso alucinación, tal vez visión-, con aquella dama, su regreso al mundo.
-..ya te a llegado...- Anidio Paolo, en un tono de voz mas calmado, cansado, algo lo interrumpió.
-¡A buena hora he llegado...!- Dijo una voz poderosa, cual trueno, proveniente de cualquier parte. Continuo con un tono jovial, siniestro. -...un momento, un instante más tarde, y la flama de vuestras vidas, aquella luminaria maldita que alumbra sin luz, en el oscuro firmamento, se extinguiría. Han brillado suficiente, ahora nos retiraremos, a sabiendas de una exitosa misión-
-¿Quien habla...?- pregunto Paolo.
Alfonso tubo la sensación de que el tiempo se había detenido, todos los hombres, se encontraban inmóviles, algo en aquella voz vasto para dejarlos petrificados. Se percato, temblaban, discretamente, pero temblaban. Mascullaban entre ellos, cosas ininteligibles. La mueca de valor, de bravura, se desencaja, rearmando, la universal, mueca del miedo, del espanto y del horror.
Alfonso contemplo, la forma en la cual, Ev tomo su espada, arrebatada por un nuevo y poderoso ímpetu. Elevo la vista al cielo buscando algo entre las oscuras nubes de humo, que se alejaban, manchando el azul celeste.
-¡¡¡Mefistofoles!!!- grito con fuerza Ev.
Alfonso recordó la primera vez que escucho ese nombre pronunciado por Ev. Fue en esa tormentosa noche, en la cual, ella salvo su vida. La locución, dentro de su mente, era subordinada a la demonología propia del mundo, contenidas en una serie de pequeñas anotaciones mentales, las cuales habían quedado -o eso creía- olvidadas sepultadas bajo conocimientos más prácticos.
-Deja de esconderte en las sombras, sal, yo misma me encargare de represarte al infierno, del cual, tu nunca debiste siquiera surgir.- grito Ev, sin dejar de escudriñar con sus ojos inquisidores a todos lados.
Todos los demás, la observaron incrédulos.
El humo termino, al fin, de disiparse. Un hombre vestido de negro caminaba, cargando en su hombro derecho con Adea, y en su mano izquierda arrastraba, tomando por la mano al mayor a los hermanos Halhatatlan, con sus hermanos sobre su cuerpo rojo.
Lo más sorprendente, era el hecho, de que caminaba en absoluta calma, entre las personas, ninguna se atrevía a siquiera cruzar su mirada con ese hombre. Ev corrió contra Mefistofoles, quien, solo se detuvo.
-¡¡¡Te matare!!!- grito Ev.
Mefistofoles, solo extendió su pierna izquierda, arrastro la punta del pie, formando un amplio arco invisible, frente a él, de izquierda a derecha, y regreso su posición original. Ev continuo corriendo.
-¡¡Detente Kiesaaller!!- Se escucho, era la voz de Alloan.
Ahora a Ev solo, la separaban dos metros de Mefistofoles.

-Abran la puerta, en nombre del gran consejo, abran la puerta...- Tocaron a la puerta, con fuerza e insistencia.
El padre de la niña se levanto de la mesa, se dirigió cruzando el umbral de la puerta, recorrió el angosto pasillo que era iluminado por la luz del proveniente del comedor, y abrió la puerta. Un chiflón de aire frió se coló, llegando al fondo del pasillo, de ahí, a toda la casa.
La niña tembló de frío, cruzo sus brazos para no dejar el calor correr con el viento. Se levanto tras su padre, su madre no la detuvo. La niña asomo sus ojos la puerta que conectaba al pasillo con el comedor, y observo a su padre discutir con dos hombres en armadura.
-Ya le he dicho al consejo que me niego ante semejante plan-
-Señor, usted se encuentra bien enterado, de que en los libros de “su ancestro”, no encontramos nada relevante, ninguna otra forma...- dijo el primer hombre
-La llave que existió, que existe, sigue siendo una amenaza para todos nosotros, una amenaza que estamos decididos a erradicar de una vez y para siempre, sin importar el costo...-
-¡El fin justifica los medios!, ¡Por favor del grande!, ¡Como se atreven siquiera a pensar en su ejecución!- exclamo molesto su padre.
-Señor, sabe que a nosotros no queda otra opción, solo ese único indicio, que dejo su ancestro en sus diarios personales...- contesto el caballero
-Y ustedes están bien enterados de que el viejo era un loco, ¿Qué les asegura que es de fiar semejante método?-
-Señor, entienda, no se atreva a desatar la ira del consejo...- anidio sombrío el segundo soldado.
-¡La ira del consejo! ¡Fueron ellos lo responsables del estigma que pesa sobre toda mi familia, ustedes extendieron el crimen de mi ancestro a toda su progenie. Por culpa del consejo, no somos mas que simples parias!. Gracias al grande, que el señor Ferumatu se atrevió, a sabiendas de aquello, no solo a permitirme trabajar para él, sino, también darme la mano de su hija.-
-No se atreva a ir en contra del consejo, o si...- dijo el segundo soldado
-¡Me esta amenazando!- exclamo alzando, la voz, continuo -¡Salgan de mi casa, y no los quiero volver a ver, y digan de mi parte al consejo, que me estoy en mi muy jodido derecho de negarme!-
Empujo a los dos hombres, y cerro la puerta en su cara.
La niña, sintió los brazos de su madre cargándola.
-A dormir...- dijo en tono melódico su madre.
-No me quiero dormir...- dijo la niña.
No tendría esa niña mas entre ocho y diez años, tal vez..
La madre la llevo a la cama. La arropo, y se disponía a salir, cuando a sus espaldas escucho una cuestión.
-Por que me odian mama...-
Se formo un nudo en la garganta, rápidamente escogió las palabras con todo el cuidado que pudo, y contesto con la voz dulce.
-No te odian, es solo que no te conocen...-
-Ellos dicen que es porque alguien de nosotros, hizo algo muy malo.-
-Escucha bien, que tu ancestro haya hecho algo muy malo, no quiere decir que tengas que pagar por ello, tu eres diferente; Ahora duerme-
Dijo eso, se aproximo a su hija, le dio un beso en la frente. Se dirigió a la otra habitación. Encontró a su marido sentado en la silla. Con la cabeza hundida en los hombros, las manos entrelazadas frente a la boca, dejando colgar los pulgares.
-¿Que buscaban?- pregunto ella.
El hombre dejo la rígida pose, dirigió sus ojos vidriosos a la imagen de su esposa. Una sonrisa incomoda, que había desarrollado, se esculpió en su rostro. Espero de su esposa la misma sonrisa, pero no paso nada.
-Quieren que les autorice esa locura, me alegro que, si quieren utilizar cualquiera de los artefactos de mi maldito ancestro, se vean en la necesidad de pasar primero por mi...-
-Tenemos que hablar, otra vez, la señorita Fein, me comento que los niños pasaron todo el día molestando por lo mismo...- espeto ella.
-¿Y que quieres que haga?, No tengo y nunca e tenido el poder para evitar que la gente diga cosas, que piense cosas.-
-Eso es lo que nunca me a gustado eso de ti.- dijo con tono bajo, casi un susurro, se dio a espalda, anidio -Cuando hay problemas, tú, te quedas impotente, contemplándolos.-
El se levanto de la silla. La tomo con dulzura por la espalda, tomando sus manos en las propias.
-Sabias que podía suceder, sabias que mi nombre es odiado, y aun así, me quisiste. Ella debe aprender que no debe prestar atención a lo que dice la gente; que hay momentos en los cuales es mejor... esperar-
Ella se suelta, lo mira con los ojos inquisidores, pero, al mismo tiempo al borde de las lágrimas.
-Sí, pero es tan difícil, verla todos los días.-
-¡Lo veo!, ¡Crees acaso que soy un insensible!, ¡Me duele ver a mi sangre, sujeta por el estigma!, Por el pecado de mi ancestro, mi familia a sufrido tanto, ese nombre...-
-Mama...- se escucho decir.
Los dos voltearon, y vieron a la niña, a su hija, contemplarlos.
-¿Que sucede?- pregunto su padre.
-Un mal sueño, soñé feo...- respondió la niña. -Soñé que tu y mi papa me dejaban...-
Su madre se acerco a ella, sintió el fuerte la abrazo. Ella la llevaba contra si.
-Tranquila, fue solo un mal sueño, niña, estere a tu lado...-
El sonido de las maderas destrozarse por una fuerza descomunal, seguido por el quieto golpe de la puerta de roble en el frío suelo; siguió el rítmico de muchos pasos, todos ellos, entrando con violencia y rapidez.
-Salgan de la casa...- Dijo su padre, y se dirigió a tomar un viejo montante.
Vio a un sujeto con ropas negras. Su madre la tomo con fuerza, y comenzó a correr, a la salida. Pronto cayeron al suelo. La niña se percato de que en las piernas de su madre, eran sujetas por una cuerda.
-¡Los necesitamos vivos!, Tengan especial cuidado con la hija del señor Ferumatu- Grito una voz con fuerza.
-¿Que pasa?, ¿Qué pasa? ¿Que pasa?- pregunto la niña una y otra vez.
Un dolor en su cabeza. La fuerza de sus músculos se fue. Todo a su alrededor, comenzó a tornarse oscuro.
-Si tenemos éxito, seremos héroes...- Escucho la niña, antes de perder por completo el sentido.

-Tal parece que me tengo que ir, terminare rápido con esto- dijo el extraño hombre.
Paolo solo lo observo sin entender a que se refería. Lo vio cargar contra él. Intento moverse a un lado. Pero ya era tarde. El golpe entro. Su piel ardía, siguió el dolor. Se doblo, quedando de rodillas en el suelo. Sintió un liquido cálido fluir al suelo. Miro al Hombre.
-Adiós- fue lo único que anidio.

-Uno, dos y tres conectados- dijo la voz de un hombre.
Intento abrir los ojos, no pudo, los tenia vendados.
-Esperando confirmación del cuatro- dijo otra voz, más aguda que la anterior.
No comprendía que sucedía, no sabia donde estaba, ni mucho menos por que razón tenia sus pies y manos inmovilizadas por una cuerda. Solo se limitaba a oír, a esas voces, y las cosas de las que hablaban, que carecían -en apariencia - de sentido.
-Cuarto encendido, y conectado...- dijo la primera voz que había escuchado.
-Revisión de estado, uno, dos, tres y cuatro, conectados, sistema armado...- respondió la lejana voz de una señorita.
-¿Que sucede?- pregunto ella, más parecieron ignorarla todos.
-¡Confirmado, el sistema esta armado. Repito, el sistema esta armado.!- Un desconocido grito, se podía intuir un poco de nervios.
-Cumpliendo con la siguiente fase del protocolo. Comiencen revisión final- Una voz femenina más próxima a ella.
-Unidad numero uno, todo en orden y listo- Dijo una primera voz
-Unidad numero dos, preparada y funcional- continuo una segunda
-Unidad numero tres, sin anomalías, indicadores óptimos- anidio una tercera
-Unidad numero cuatro, temperatura estable- responde la cuarta voz.
-Cumpliendo con la siguiente y ultima fase del protocolo. Autorización de ignición-
Se formo un gran silencio atenuado por una sinfonía de innumerables sonidos irregulares. La atmósfera se torno pesada por la tensión.
-Esperando autorización de ignición...-
-Señor, de la orden...- dijo la misma voz, la misma de aquellas ultimas palabras antes de quedar inconsciente.
-Esperando autorización de ignición- Continuo con mucha más insistencia
-Tiene que dar la orden...- repitió la voz.
-¡Esperando autorización de ignición!- Era un tono cercano a la desesperación, era urgente.
-¡Recuerda!, Da la maldita orden, o sabrás lo que pasara a tu esposa e hija....- Dijo la misma voz, ordenando.
-¡Esperando autorización de ignición!- Se escucho, ya era un grito desesperado.
-Tiene que dar la orden, no tendremos otra oportunidad...- Pronuncio una voz lejana.
Sintió un golpe en la espalda, grito de dolor.
-Perdón, perdón, perdonen el crimen... Ignición autorizada-
Era la voz de resignación de su padre.
Ella grito algo, pero no podia escuchar ni su propia voz, era callada por el enorme rugido, engranajes violentos chillando, truenos contenidos en un espacio cerrado, golpeteos incesantes, los metales con toscos azotes. Las voces se confunden. Una luz más brillante que el sol, penetra por el velo de sus ojos. Gritos desesperados. Después, el aullido de alguna desdichada alarma indicando que todo a salido mal. Todo vuelve al silencio.
-¡Crecimiento fuera de control...!- el grito desgarrador lo rompe.
Se respira como la esperanza los había abandonado, Dios también. Gritos se escuchan por todos lados, viniendo de todos lugares.
-¡La unidad dos,la unidad dos!. ¡Por el grande, esta aquí, esta AAAAAAH!- se escucho antes del ruido blanco de estática.
-Los indicadores de la unidad tres están fuera de control, lecturas anómalas, pequeño incendio en submódulo, ¿Que demo? ....- silencio y estática.
-¡Perdimos a todos los hombres de la unidad tres y dos!-
Las oraciones se tornan en gritos desesperados, los gritos pasan a ser solo un ruido blanco, estática inquietante, que se impone ante todo lo demás.
-¡Control!, ¡Control!, ¡Unidad uno! ¡Solicitamos ayuda, es un monstruo, es un monstruo...!- Una voz desesperada, que a pesar de su lejanía, se oía tan cercana.
-Responda unidad uno, sea más especifico...- dijo la señorita.
-¡Es un...!- Una carcajada demoniaca se escucho, siguió más estática, después nada.
-Unidad cuatro, responda-
-Aquí unidad cuatro, ¿Que demonios esta pasando?-
-¿Cual es el estado unidad cuatro?-
-Todo parece estar bie...-
-Confirme unidad cuatro, confirme...-
-¡Estúpidos!- Dijo una voz desconocida.
La estática era absoluta.
-¡Salgamos de aquí, no quiero morir!- era la misma voz, la anterior a todo esto.
-Acepte su destino...- respondió su padre.
Una serie de golpes metálicos cubrieron el lugar. Tembló la tierra. Crujidos de la estructura cediendo, al final, un grito ahogado unánime.
La venda de sus ojos se callo, dejando que uno de sus ojos lo viera todo. Era una habitación extraña. Aparatos con botones resplandecientes por su propia luz, engastados en grandes mesas de metal cromado, manchada de sangre. La niña giro su cabeza y observo a su madre, inerte en el suelo, mientras un charco de sangre la cubría.
-Mama...- dijo con tono apagado,m algo le impedía gritar.
-¿Realmente paso por su mente que con eso lograrían destruirme?- Dijo la misma voz extraña que los llamo "idiotas"
-No, no me mates, no me mate....- dijo el hombre desesperado.
Un grito, huesos rompiéndose ante la fuerza abrumadora, miembros enteros rasgándose, y sangre cayendo en cualquier parte.
Ella volteo la vista, un hombre vestido de negro caminaba a su padre. Quien estaba atado a una silla.
-Papa...- dijo ella.
-No vemos otra vez...- dijo el hombre extraño a su padre.
-Los has matado a todos...- contesto su padre.
-La ultima vez que nos vimos, yo era quien estaba atado, y tu, estabas apunto de matarme...-
-Has lo que tengas que hacer Mefistofoles, por favor, no a mi hija...-
-Si te consuela, hoy no, ni mañana, más que destruya a los tuyos, es inevitable-
-Lo sé...- dijo su padre.
Era la primera vez que veía lágrimas surcar su rostro.
-Papa...- dijo la niña, y comenzó a llorar en silencio, contemplando en absoluta impotencia, como su mundo era destruido.

-¡¡¡Te matare!!!- Grito Ev, saltando en el aire, dispuesta a cercenar la cabeza de Mefistofoles.
-Aun eres muy joven niña.- dijo el hombre.
La piedra del suelo, se transmuto en cinco grandes y afilados picos, extendiéndose al cielo, preparados para dañar de gravedad mortal aquello que topase con sus puntas. La carne fue herida. Ajo la expresión de Ev. Un bocado de sangre callo besando las antiguas piedras.
Alfonso, se levanto con notable lentitud, no podía creer aquella escena que ante sus ojos, iniciaba a desenvolver.
Mefistofoles camino, sin dejar de cargar a Adea, ni de arrastrar a los hermanos Halhatatlan.
-La ultima descendiente directa de Aisac Entwon, de quien tantas voces dicen otras tantas cosas sobre su crimen, sobre lo que las gentes de mente cerrada declaran “Es un crimen contra natura” “La aberración”, y otros proclaman, “La obra de un genio demente”, “El testimonio del alcance humano”. Y tú, aquella afamada por un nombre, la marca sobre tu alma, o me equivoco; Ev Entwon Kiesaaller.- El hombre termino con una pequeña risa.
Ella intento estirar su mano izquierda, aun libre, contra Mefistofoles.
-Yo... yo... te matare...te matare... yo, te matare- Contesto Ev moribunda, con un esfuerzo más allende de los limites humanos.
Un nuevo filo surgió del suelo. Espetando la palma de la mano, dejándola suspendida. Una punta más apareció entre sus hermanas, y se clavo muy cerca de done palpita el corazón.
-Muchacha, muchacha. Tengo el poder para matarte, para matarlos a todos en este lugar, mas eres muy afortunada. Ten presente, que tu día se aproxima. Y ese día, te asesinare, sin consideración. Tienes un espíritu grande, igual que tu padre. Hoy solo tu escoges si quieres vivir o morir...-
Mefistofoles observo a los hombres, y grito complacido con voz poderosa:
-Ludarie Abe, ven, tenemos que irnos, lo hecho, hecho esta.-
Alfonso vio pasar a su lado al extraño hombre.
Se juntaron en el centro, dieron una ultima mirada al rededor, y con ella, anidio.
-¡Sientanse afortunados humanos, quienes al tiempo que viven, se aproximan a la tumba.!, ¡Beban y coman, pues han visto a Mefistofoles, y pueden contarlo!-
Bajo los pies de Mefistofoles, se abrió un negro circulo, que extendió su área. El circulo se despego del suelo, encerrandolos en una esfera oscura, hasta cubrirlos por completo. Y el radio de la esfera en un instante fue nulo. Paso tan rápido, que a nadie le dio tiempo de entender. Las ultimas palabras retumbaron en todas las mentes. Los hombres se miraron los unos a los otros, buscando una respuesta, recriminando su incapacidad.
Alfonso miro el cuerpo de Ev, no podía definir si se encontraba viva, o muerta. Mas la evidencia, con crueldad, era un silogismo malvado. Recordó a Paolo. Volteo a lugar al cual, sabia que se encontraba. Solo vio su cuerpo, sobre un gran charco de sangre. Nadie se movía.
-¡Esto no es real, esto no puede estar pasando...!- Susurro Alfonso, ante su impotencia.


La llave dorada (parte 11)


Tan pronto como desapareció Mefistofoles, las afiladas puntas dejaron de atravesar su cuerpo,regresaron al suelo que les dio luz. El cuerpo destrozado callo al suelo con fuerza, violencia. Aun movía su mano herida, cual persona quien intenta sujetar algo, mas, solo alcanza a tinieblas y viento. Aferrándose a lo que no puede ser sujeto. Sus ojos estaban entre abiertos, con la mirada enfocando todo y nada. Paolo, en marcada diferencia, su cuerpo no daba señales de vida.
-Esto no es real- Susurro Alfonso.
Su sangre, atrapada en invisibles cuencas en la piedra, era un espejo del cielo, que solo era turbado por las pequeñas cenizas, deslizando su masa inapreciable, cual apacibles barcos, en un benevolente mar. El humo se había ido, disipado por el mismo suave viento, en el que eran sustentadas las blancas nubes.
-¡Esto no es real!- Dijo Alfonso con un nudo en la garganta
El sol con su fuerte caricia, se sentía, de los charcos de agua, comenzaron a emerger tenues vapores. Era como si quisiera revivir la llama, de una vida que esta a punto de extinguirse. Los mormullos eran varios, las acciones escasas. Mil voces inútiles. En su cabeza, la imagen, en medio de la oscuridad un niño escucha voces de otras personas, todas sin sentidos. Los ojos de Ev al final se cerraron.
-¡Esto no es real!- Grito con todas sus fuerzas.
De entre la multitud, surgió Alloan. Se dirigió con prisa a el cuerpo de Ev. Su cara, se encontraba desencajada.
-Estúpida, estúpida- dijo, al tiempo, que se aproximaba a levantar su cuerpo.
Alfonso solo observo como, en el momento cual Allona llegaba a la escena, el pasillo, de muros formados por gente, sostenido por el miedo, se cerraba, ocultando a Ev. Giro la cabeza solo para percatarse de que, de igual forma, las personas, en torno a Paolo, empezaron a cerrar un circulo, aislándolo, de los dos.
-Mírenlo, ahí, sentado, sin hacer absolutamente nada, igual a todos estos extraños, olvidando a su amigo, olvidando el mundo, ¡Patético en verdad!- dijo una voz extraña.
-Tú no eres real...- respondió a la voz.
Todas las personas comenzaron a desviar sus ojos a verlo. No entendían las palabras surgiendo de su boca, y mucho menos, sabían a que, o quien se dirigía.
-A las Desgracias, a las tragedias, a las desdichas, a las condenas espetadas por el azar, contempla, quédate detenido ante ellas y... y vendré; ¡Vendré con fuerza!, ¡A hundir o sacar!, ¡A condenar o salvar!, de la porquería que tus acciones pasadas realizaron, del veredicto de la vida cruel. Escoja alma pusilánime, pues las opciones ya están, preparadas- la voz lanzo una malévola risa.
-Cállate, cállate, tu no eres real- grito Alfonso.
-¡No, no lo soy, y sin embargo, tengo tanto poder sobre tu persona. Decide ahora, decide de una maldita vez, el tiempo sigue con su marcha, montado sobre un corcel impasible, quien en sus cascos trae la condena de perecer a los mortales!- dijo la voz en un grito frenético.
-¡No puedo hacer nada, no puedo hacer nada...!-
-Gritas que no puedes, eres miserable, patético, y cobarde, ¡Aceptar la derrota sin dar la batalla!, si no tienes la capacidad de realizar cualquier empresa, en ese caso, has lo que puedas, donde puedas, como puedas...-
-Cállate, cállate, ¡cállate!, siempre que apareces, obtengo problemas, déjame déjame-
-Yo solo te muestro las opciones, que escojas mal, es solo tu culpa...-
-Deja tu apología...-
-Recuerda, al tiempo, recuerda a su bravo corcel...-
La voz se fue disipando, con una carcajada. Pronto, Alfonso ya no pudo escuchar la voz, se levanto, Los hombres solo lo observaron sin decir nada.

-No sabes como cargar un herido, sera mejor que la dejes en ese lugar. Yo me encargo-
Alloan elevo la vista. Un hombre más bajo que el, calvo, y con un bigote bastante poblado. Acompañado, muy de cerca por el extraño doctor de tez morena. El sonido de fondo, eran los gritos de Alfonso en esa lengua. Alloan pudo entender lo que decía, mas, no dijo nada.
-Teniente Mileto, Doctor Enoostein...- susurro.
-Voltea su cuerpo, coloca tu mano bajo su nuca y abre su boca. Pon tus piernas para sujetar su cabeza- dijo el Doctor Enoostein.
Alloan no tardo, con mucho cuidado, prosiguió con las instrucciones del hombre. Y tan pronto la coloco en posición, y sujeto la cabeza como le había dicho. El extraño doctor moreno, extrajo de una bolsa en su bata blanca un extraño cristal de color rojo. El cual, parecía resplandecer entre su pulgar e índice.
-Eso es...-
Más antes de que terminara de decirlo, el doctor, se llevo el cristal a la boca y por su cara, se podía decir que lo disfrutaba. En cambio, el teniente Mileto, se coloco a lado de Ev. El teniente, coloco la palma de su mano derecha a la altura del corazón, a diez centímetros de la piel; al mismo instante, tocaba su frente con su mano izquierda. Alloan lo miro extrañado. El doctor Enoostein, introdujo, nuevamente, su mano en el interior de su bolsa, y en lugar de un cristal, extrajo un lápiz cubierto con tela, lo extendió a Alloan.
-Colócalo en su boca, y sujétale fuerte...-
Tras esas palabras, el extraño doctor se retiro entre la multitud. Y anidio:
-Tengo cosas más importantes que hacer. Como limpiar el laboratorio... No lo olvides, recuérdale a Kiesaaller, que un estropajo y jabón la esperan -
Cerro sus ojos un instante el teniente.
-Evite que se golpe la nuca...- dijo.
De la palma, surgió una serie de agujas afiladas, con diferentes largos y grosores, en un color oscuro, y de una textura similar a la propia del carbón. Hundió la palma de la mano en el pecho. Las agujas, penetraron la carne, llegando a un corazón moribundo. Sus ojos, con la apariencia de la vida ya segada, se abrieron de súbito. En el cuerpo de Ev, comenzó una serie de violentas convoluciones. Espasmos eléctricos lo recorrían desde el rincón más allende. Alloan la sostenía si bien, no con toda su fuerza, en su cara se infería el esfuerzo de sostener el cuerpo. En Ev, un vivo y bárbaro instinto se introdujo por todo su ser, regresando la vida. Las heridas iniciaron un proceso de regeneración, cerrando en el orden inverso a como se habían infligido. La cara del teniente Mileto, se puso roja, mientras las profusas gotas de sudor, bajan por sus arrugas y los demás surcos en su piel. Un instante más, y todas sus heridas se habían cerrado.
El teniente Mileto, salto para atrás, con algunas gotas de sangre saltando de las agujas en su mano derecha, sin decir más, quito la palma de su cabeza. Vomito sobre la piedra una mezcla heterogénea de partículas negras bañadas en tintes de tonos rojizos, entre irregulares figuras de apariencia metálica. Alloan retiro el lápiz de la boca de Ev, con una mueca en su rostro que reflejan aquellos que atraviesan por un plácido sueño
-Supongo que aun hay heridos... de extrema gravedad- fue lo único que dijo Mileto.
Alloan se percato que los gritos de Alfonso ya no se escuchaban. De entre la gente, abriendo un paso entre empujones y codazos, salto frente a ellos Alfonso. Él tomo al teniente Mileto.
-Por favor tiene que ayudarme, mi amigo, Paolo...- No pudo continuar.
Sintió un fuerte golpe en la cara. Se vio en la necesidad de hacer uso de todas las fuerzas que un poseía, para no caer al suelo. Todo dentro de su cabeza daba vueltas. Aquel hombre, quien se veía tan frágil como cualquier anciano, era de verdad fuerte. Alfonso recordó que podía entenderlos, pero, hasta ahora comprendía que ellos a él no.
-¿Quién es este loco?- dijo Mileto.
-No esta loco, él es originario de una ficción, su nombre es Alfonso...- contesto Alloan.
-Por favor, ayude a Paolo...- dijo Alfonso.
-Dice que ayude a su amigo, a Paolo....- dijo Alloan al teniente.
-¿Donde esta?- pregunto Mileto.
-¿Donde esta?- pregunto Allolan de inmediato.
Alfonso solo señalo a un punto, oculto por la multitud, que solo miraba.
-A todos los hombres bajo mi mando directo, dediquen su esfuerzos a encontrar a los heridos, y llévenlos de inmediato a la enfermería.-

La extraña arquitectura de ese lugar, era una entelequia pura e irónica, inclusive, absurda. Ya que la enfermería, tenia a hallarse, justo bajo la plataforma, y en consecuencia, poseía las mismas dimensiones, o por lo menos, eso aparentaba.
Su arquitectura, la convertía en un lugar obscuro y amplio. El espacio, era sostenido por pilares de forma octagonal, de altura probable a seis metros. Alfonso paseo sus ojos, los cuales, aun con dificultad, se acostumbraban a aquellas penumbras, de la basa del pilar -típica del orden corintio-, al ultimo metro, de puro capitel -en estilo dórico-. La luz mortecina, venia de las candelas, colocadas en los candelabros. Cada candelabro tenia ocho brazos, forjados en un material metálico, similar al latón pulido. Y las llamas de las candelas sostenidas por aquellos brazos, dibujaban en el viciado aire los vértices de un octágono etéreo. Las flamas eran reflejadas en contrastes claroscuros por el piso, un mosaico de azulejos cuadrados y octagonales, con su pigmento blanco puro y de negro profundo.
En aquel lugar, cripta del tiempo, el único sonido era su discreta respiración, forzada por el habiente sofocante, los pasos y apurados de las enfermeras en conjunto a sus ligeras palabras llenas de agitación, entre los gemidos simples, casi mudos, de dolencias de enfermos y heridos.
Conforme su vista, quedo adaptada a las penumbras, Alfonso pudo distinguir la discreta sombra de las mesas, también metálicas, que sostenían los candelabros, que era proyectada a su base, un poco más alejada de sus patas; y entre las sombras, noto que el numero de esquinas de la enfermería, eran, justamente, ocho.
Los pilares, se encontraban dispuestos en el espacio disponible, entre pasillos formados por la separación de las camas. Alfonso, sentado a en la base de una de las tantas desocupadas, señalo con el dedo índice a los pilares, y contó uno tras otro en un intento de hacer pasar el tiempo. Puesto, a aquel lugar, habían llevado los cuerpos de Ev y Paolo, ahora, esperaba por cualquier cosa.
-Uno, dos, tres...- mascullaba en un tono resignado, seguido de un suspiro. -...Veinte...-
No existían más pilares que contar. Los candelabros y las mesas, se localizaban, rodeando los cuatro lados de algunos pilares. Pero no le interesaba contar los candelabros. Miro a Ev y a Paolo, aun inconscientes sobre la cama. Por momentos sentía el peso del techo caer sobre el, no estaba de ninguna manera hecho para ese tipo de espacios.
-Tardaran en despertar, Alfonso Vasile... - dijo una voz a sus espaldas.
-No se preocupe jovencillo...-
Alfonso volteo, y distinguió a Alloan acompañado por una enfermera anciana, un poco gorda, con la cara redonda y roja. El vestido de la anciana, era como cualquier otro vestido gris, a excepción de que aquel, poseía las largas, mangas cubriendo por completo sus brazos, parte de las manos, ampliando sus bordes a la altura de las muñecas; y con un listón azul marino atravesado entre la tela del termino, con el uso probable de, en caso necesario, recoger y ajustarlas a otra altura. La enfermera replico con una voz más cansada y aguda al notar la cara preocupada de Alfonso.
-No se preocupe jovencillo. Estoy por completo segura, que ellos se recuperaran de su heridas, tengamos fe en ellos...-
Alfonso regreso la mirada a los pilares. La anciana camino a el, y le toco el hombro, lo miro de la misma forma en que una madre mira a un hijo con el corazón lleno de pesares. Alloan Camino hasta colocarse frente a Alfonso. La enfermera retiro su mano y continuo.
-Sin embargo, usted, necesita descansar un poco, comer algo, el señor Alloan, se a ofrecido a llevarlo al comedor...-
-Gracias, pero, por lo que acaba de pasar, perdí todo el apetito, y no tengo nada de sueño, en cambio, lo que tengo es inquietud.- respondió Alfonso un poco cabizbajo.
-Podría demostrarte que lo que ves es real...- contesto Alloan.
-Eso me daría mucho gusto, pero no podría aceptar de momento. Paolo, es la única persona en quien confío, se podría decir que es lo que separa mi juicio de lo real e irreal. Es mas, en este preciso momento, me invade un terror cuando pienso en la posibilidad de que el estar en esta enfermería, sea solo un sueño. Y, aun que todo esto sea “la realidad”...-
Alfonso realizo un ademán con sus manos para dar énfasis a esas ultimas dos palabras. Se levanto de la cama, y miro de más cerca a Alloan. Después, desvío la vista al suelo y camino unos pasos, alejándose de ellos. El sonido a cada pisada lleno el lugar. Alloan estaba a punto de ir tras él, cuando, Alfonso de súbito volteo a verlos.
-¿Qué tipo de persona seria, si me voy a divertir cuando mi mejor amigo, se encuentra moribundo...?- Respondió Alfonso, con una sonrisa triste en su cara.
-¿Divertir?- pregunto extrañado Alloan.
Alfonso les dio de nuevo la espalda, y continuo.
-Sí, en efecto. El solo encontrarme en otra dimensión en donde, la evolución, la historia, las artes, las ciencias y filosofías, se han desarrollado de una forma diferente, es ya de por si, algo bastante interesante; claro, si y solo si, me encuentro en una verdadera dimensión, y no en un sueño...- Alfonso se detuvo un instante, camino hacia ellos.
-Pero de ser real esta dimensión, estarías aceptando que es verdad que...-
-Nada de eso. De ser real esta dimensión, eso solo demostraría, precisamente, la existencia de una dimensión ajena a la mía. Pero, no demuestra que mi dimensión, sea solo un subproducto de esta.-
Alloan y la enfermera se miraron un poco confundidos. Alfonso Se sentó de nuevo en la cama, y se recostó en ella, dejando colgar sus piernas. Observo el techo de la enfermería. Se formo un silencio sepulcral. Que rompió Alfonso con el sonido de su estomago rugiendo. En las caras de Alloan y de la enfermera se formo una pequeña sonrisa.
-Creo que le haría mucho bien comer algo...- dijo la enfermera en un tono dulce.
Alfonso se levanto de la cama en un instante; con una sonrisa nerviosa, miro a Alloan y a la enfermera, al tiempo en que se llevo la mano detrás de la nuca.
-Creo que, tiene razón...-
-En unos momentos comenzara la cena.- anidio Alloan; quien continuo con un tono de voz más alegre -Antes, pasaremos a mi habitación, necesitas cambiarte esas ropas sucias, y desechas...-
Alfonso por primera vez se percato que, su estado de sus ropas, no era solo tal y como decía Alloan, también, lucían desgastadas, manchadas con sangre y polvo. Intento sacudirse, pero se detuvo un instante al darse cuenta de lo inútil de aquella actividad. Miro a Alloan.
-Supongo que tienes razón. De paso, podrás responder algunas preguntas sobre este mundo, pues, considero que estas bien informado...-
-Así sea...- contesto Alloan.
-No te preocupes, cuidaremos bien de tu amigo...- respondió la enfermera; quien realizo un ademán con su mano derecha, un par de enfermeras como salidas de la nada, se aproximaron.
-Muchas gracias por cuidar a Paolo, solo le pido que por el bien de sus enfermeras...-
No termino de decir Alfonso, cuando lo interrumpió Alloan, tirándolo al piso. Lo sujeto con fuerza, dejándolo inmóvil. La enfermera solo observaba con una mueca de sobresalto. Alloan por su parte, en sus ojos reflejaba sorpresa e impresión, en una medida espantosa. Alloan hablo en un tono acusador, firme, pero sin llegar al escandalo:
-¿Como es que hablas nuestra lengua?, !!Responde ¡¡-
Alfonso recordó que la singular lengua de este mundo, no la entendía hasta antes de quedar inconsciente. Pensó un instante en las palabras que usaría. Hablo con algo de dificultad.
-No lo sé, sonara absurdo, pero, después de que ese tipo extraño, el de las llamas, me golpeara, perdí el conocimiento, y cuando desperté... entendía su lengua...-
-¡¡Mentira!!- exclamo Alloan. Giro la cabeza, miro a la enfermera y una oración surgió de su boca yamando a los guardias.
-¿Como puedo mentir en una situación como esta?, piensa que si miento, ¿No tendría una mejor escusa?-
-¡¡No, es probable que esa respuesta sea solo una fachada!!-
-¡Es toda la verdad!-
Se escucharon los mormullos y el ajetreo, entre todo eso, se pudo distinguir el sonido del calzado metálico sobre el suelo. En cuanto llegaron, Alloan lo levanto sin dejar de sujetarlo. Alfonso no se resistió, ni intento escapar, resultaría inútil.
-Le ordeno que me explique señor Alloan, por que motivos, trata a nuestro invitado de aquella forma.- Dijo una voz ronca, pero firme.
Todos Alfonso vio llegar a un hombre, acompañado por seis caballeros, tras a cada lado. Aquel hombre, era un tipo robusto, vestido con una túnica de mangas largas, totalmente negra a clara excepción del en pecho en color blanco. Tenia una cara blanca, una nariz chata, ojos grandes, y una boca gruesa, una barba corta negra. Su cabello -también negro- ocultaba sus orejas, y caía libremente sobre sus hombros. Todas estas características, le otorgaban, un aspecto similar a un pingüino. Alloan no dejo de sujetar a Alfonso.
-Tengo una sospecha de que este sujeto esta relacionado con lo que sucedió...- Respondió Alloan.
-¿En que te basas?-
-Hablo en nuestra lengua, perfectamente...-
Alfonso solo se limito a escuchar.
-Y, ¿Cual fue su explicación?-
-Dijo que quedo inconsciente y cuando despertó, poseía el completo conocimiento de la lengua.-
-Interesante...- dijo el extraño hombre para sus adentros; continuo. -¿Y eso como lo convierte en un enemigo?-
-No solo a el, a su compañero. Más, el hecho de que una de las enfermeras encontró lo que parece ser una llave en las vestimentas de Kiesaaller...-
Alfonso recordó la llave. Se quedo callado.
-No has respondido mi pregunta-
-Sabe de sobra, mejor que nadie, que los ficticios no pueden hablar nuestra lengua, claro, sin previa instrucción. Mas a parte, la alerta fue instantes después de su llegada...-
-He escuchado de los hombres, que el joven postrado en esa cama, noqueo a los hermanos Halhatatlan, más aparte, planto cara a Ludarie. Me parece, que todos estos actos son propios de un aliado-
-Podría ser una fachada...-
-En efecto, Podría, pero, piensa con cuidado, Kiesaaller estoy por completo seguro que seria la ultima persona en formar parte del bando de los Depira.-
-!Señor¡-
-Lamento decirte que, si bien, tu argumento es... interesante... me parece que necesitas una prueba de mayor peso, en cuanto a por que razón sabe nuestra lengua...- El extraño hombre camino unos pasos más. Observo con detenimiento a Alfonso.
-Y bien, chico, ¿Alfonso es tu nombre?-
-Sí- dijo Alfonso.
-¿A que has venido aquí?- pregunto el hombre con la voz pausada.
-He venido...- Alfonso pensó un instante la respuesta. -...por simple amor a la verdad.-
-¿Amor a la verdad?- En la voz del hombre afloraba la curiosidad.
-Ev, me dijo que mi mundo era un subproducto de este. ¿Usted considera que es fácil concebir semejante idea sin la menor prueba o demostración?. En mi caso, no...-
El extraño hombre río un poco. Se llevo la mano derecha en forma de puño a su boca y carraspeo. Uno de los soldados dio un paso para intentar ayudar, pero se detuvo al ver el ademán de la mano izquierda. Alfonso solo veía.
-Algunos lo aceptan como una revelación, otros lo rechazan con espanto, mas me complace ver que tu prefieres primero saber si es verídica la afirmación. Solo he de advertirte una cosa sobre la verdad, pero antes ¿Estas dispuesto a aceptarla?-
-Como he dicho, por ella he venido, estoy preparado para ver los cisnes negros...-
-¿Perdón?- pregunto el Hombre.
Alfonso noto como en la cara de toda la gente una mueca de sorpresa, típica ante los sucesos extraños, se esculpía. Tal vez no entendían el comentario sobre la entelequia del cisne negro.
-Quiero decir, estoy preparado para ella.-
-En ese caso, Alfonso, la única advertencia es, que pase lo que pase, nos perdones-
Alfonso no comprendía la advertencia.
-Alloan, deja ir a Alfonso, en cuanto a la llave, te sera devuelta Alfonso en cuento terminemos unos análisis. Y Alloan, sobre ese mismo asunto, tengo que hablar contigo en privado, ven con Alfonso después de la cena, tenemos tanto de que discutir.- El hombre les dio la espalda y camino a los soldados.
-¿Pero?-
Giro la cabeza y clavo la vista tanto en Alloan como en Alfonso. Un aire sombrío emanaba de sus ojos; dando la impresión de que escudriñaba en cada rincón de sus almas.
-¡Es una orden!-
Dijo con la voz firme y juvenil, por un segundo, pareciendo la de otra persona. El hombre regreso la vista al frente y siguió caminado, junto a los soldados, sus guardias cubiertos de acero quienes le flanqueaban. Alloan soltó a Alfonso, con un gesto de mala cara. Y camino tras del extraño. La enfermera intervino.
-Sera mejor que te quedes, calma un poco tu ímpetu, que los ánimos bajen. Espera a la calma, que es buena consejera y guía de las acciones.-
Alloan la ignoro, y siguió caminado. La enfermera un poco cabizbaja suspiro, después y anidio en un susurro nostálgico.
-Ese hombre, impetuoso como su abuelo...-
-¿Qué pasa en este lugar?- Se pregunto Alfonso a si mismo, esperando respuesta de los pilares a su alrededor, o de los candelabros.
El sonido del calzado se disipaba en el aire.

Ese maldito carcamal, el legado inútil de una época distinta. Se olvida a caso de que nos encontramos en guerra, de que la supervivencia esta en juego. No podemos ignorar ni la más mínima señal. Lo que paso hoy es una prueba. No puedo soportar a esa gente. Camina engreído, sabiéndose intocable por su posición de poder dentro del consejo.
-¡Espere!- Le grito esperando que me escuche el sordo, se detiene por un momento.
-Di lo que tengas que decir en la reunión después de la cena...-
No soporto a este sujeto. Intento contener la ira, aprieto los dientes. Comienza a caminar.
-¡No puedo esperar.!-
Se detiene de nuevo, gira y me mira con esos ojos vidriosos, como de pescado.
-¡Escucha bien!, te he dado una orden, sabes que debes cumplirla...-
-Acaso señor,¡¿No se da cuenta del riesgo que corremos...?!-
-Sé los riegos mejor que la mayoría Alloan. Tú mejor que nadie comprendes lo que eso significa-
Utilizando siempre el mismo argumento. Él, el único sobreviviente de la primera incursión a la zona oscura. La persona mejor enterada sobre lo que trama Mefistofoles. Tal vez se salvo a cambio de entregar a los otros veinte hombre que le acompañaban incluido mi abuelo.
-Sí- contesto de mala gana. Intentando tragar mi orgullo.
-En ese caso regresa con Alfonso Vasile, ocupa el tiempo hasta después de la cena en vigilarlo personalmente.-
-Pero...-
-Es una orden-
Como odio a ese tipo, pero odio más el jodido poder que tiene cuando dice “Es una orden”. Regreso sin decir ninguna palabra a la enfermería, tragándome mi orgullo. Se que se ríe a mis espaldas.
Cuando llego puedo a pesar de la distancia distinguir a la señora Erame moviendo sus labios. Esa vieja gorda, contando cosas que no le importan a nadie. Intento disimular mi enojo; y camino hacia ellos.

-Debería comer algo joven... oh, dispense por favor, había olvidado que no nos habían presentado. Mi nombre es Erame, Erame Ecepu.-
Alfonso volteo la vista a verla. Una ligera sonrisa se esbozo en el rostro de ambos.
-No se preocupe por nada, mi nombre es Alfonso-
-No se enoje con el señor Alloan, el pobre a pasado por muchas cosas...-
-¿Qué cosas?-
-Vera, el apreciaba mucho a su abuelo, pero, murió en la primera expedición a la zona oscura. Por ese mismo motivo, su comportamiento suele ser algo... impredecible.-
-Pero, todas las veces que le he visto es en extremo servicial. Y de momento, se me arrojo...-
-Servicial, en efecto, es su forma singular de soportarlo todo. He visto sus ojos, y tengo por seguro que su cortesía es una mascara, la cual se callo hace un momento. Tal vez solo se traten de imaginaciones mías, pero de no ser de aquella forma, sabe joven, creo se comporta amable, por que así se comportaba su abuelo-
-Su abuelo debió ser una persona muy agradable...- Dijo Alfonso con una sonrisa, mirando a la puerta.
-Lo era, puede tenerlo por seguro joven...- Contesto Erame también, devolviendo la sonrisa.
Alfonso vio entrar por la puerta a un Alloan, encorvado a consecuencia de una derrota amarga. Camino hacia ellos con pasos largos y rápidos.
-Disculpe señora Erame, ¿Puedo saber de que hablaban?- Pregunto el con la voz dulce.
-Solo de la salud de su amigo...-
-Tengo por seguro estará bien, por el simple hecho de plantarle cara a Ludarie; pero vamos, te llevare a mi dormitorio, tomaras algunas ropas y podrás después preguntar. Falta un rato para la cena.-
Tan pronto dijo eso, Alloan dio media vuelta y camino a la entrada de la enfermería. Era como si no recordara lo que había pasado.
-Vienes, ¿Por favor?- Dijo Alloan.
-Hasta luego señora Erame...-
-Hasta luego Alfonso, no te preocupes por tu amigo...-

El despacho tenia un gran numero de candelas colocadas en los limites, ancladas en las paredes a una altura de metro y medio, provocando a las sobras, formas intrincadas y estéticas. Un gran buró ostentoso, de gruesa y negra madera sobresalía de entre los demás muebles mucho más simples, mucho más modestos. El hombre extraño, vestido con ese traje negro y blanco, marcaba puntos en un mapa desgastado por los años con un lápiz rojo. Lo dejaba de lado un instante para tomar la pluma fuente y hacer anotaciones. Tocaron a la puerta.
-Pase- dijo sin dejar su actividad.
Un hombre vestido con un traje negro, y con papeles en mano, entro. Mirando con cuidado a su superior. Junto un poco de valor y hablo.
-Señor Alinaus, tengo el reporte de bajas-
-Comienza a leerlo.- Respondió el hombre sin dejar de marcar puntos en el mapa.
El hombre de negro, acerco las hojas que tenia en sus manos y busco entre los negros caracteres los números. Una vez encontrados, se dispuso a leer.
-Unidades efectivas perdidas totales 456, de las cuales, 2, eran de alto rango, 100 de rango medio, y 352 rango bajo. Unidades efectivas heridas de gravedad 120, 4 de alto rango, 56 de rango medio, y 60 de rango bajo. Unidades con heridas moderadas o insignificantes, 2137. EL primer calculo de daños esta valuado en 120 mil clurts. Nos llego hace aproximadamente diez minutos un comunicado en el cual, parece que Mefistofoles, asesino al congreso. En base a esto y ser nuestra fortaleza la más cercana, consideramos que el ataque fue para evitar su defensa...-
El señor Alinaus dejo su mapa y miro fijamente al hombre., una sonrisa se dibujo en las feas facciones de su rostro.
-No, no puede ser solo eso, Mefistofoles bien sabe que, nuestra fuerzas no eran una amenaza para él. ¿Por que a actuado de esta forma?-
-No lo sabemos, señor...- Contesto el hombre tímido.
-Exacto, no sabemos el motivo, pero el no saberlo, no significa que no exista. ¿Qué gana Mefistofoles con el consejo muerto?.- Dijo Alinaus excitado.
-No lo sé señor...-
-Es probable que todo esto sea solo una distracción, de algo más grande. Hacer cosas sin sentido aparente, no es típico ni documentado de este enemigo. Por falta de evidencia, me atrevería a decir que el sabe algo que ignoramos, y si es así... siempre es muy importante una ventaja de esa naturaleza-
-También, los Drarchistas informan de un ataque a una de sus bases militares, pero, se niegan a dar detalles sobre el ataque y la naturaleza de la base.-
Elevo su mirada al techo.
-¿Que pretendes Mefistofoles, que pretendes?- Dijo con una sonrisa.
El otro hombre también elevo su mirada al techo, casi cae de espaldas al ver, pintado de una forma en extremo realiza, a un dragón tremebundo cayendo desde lo alto del cielo hacia ellos, extendiendo sus garras, y con su boca abierta , preparada para engullir.

-¿Qué es un flujo?- Pregunto Alfonso a Alloan.
Alloan lo miro un momento, para después regresar la mirada a los cuadernos, en los cuales apuntaba.
-Un flujo es la fuerza elemental de todos los seres vivos, también es el nombre de la técnicas para manipularla..-
-¿Manipularla.?- Pregunto extrañado.
Alloan dejo de escribir, cerro el cuaderno, abrió un cajón y en ese pequeño espacio, metió el cuaderno. Cerro el cajón y dejo el lápiz sobre el buró, a unos escasos centímetros del candelabro. Miro a Alfonso, quien solo se limito a observar. La habitación de Alloan era solo un pequeño espacio de cinco metros cuadrados,de tres de largo, y dos de ancho. Una cama de dos metros por uno de ancho abarcaba toda la esquina, justo a lado, el buró. En los pies de la cama un baúl tenia toda pertenencia de Alloan. El único adorno de las paredes, eran un par de repisas sobre las cuales, descalzaban objetos de todo tipo. Un catalejo, dos relojes de cadena con el cristal estrellado, una armónica empolvada, tres lapices nuevos, una navaja suiza, una montículo formado por las sus insignias y una vieja flauta. En un perchero mas próximo a la puerta, descansaba un saco negro, y la gorra de plato, la cual, seguro había tenido días mejores. Alfonso ahora, vestía un pantalón negro de una tela rasposa, y una camisa de un color gris. Alloan se acostó en la cama, se estiro y miro a Alfonso.
-Todos los seres vivos de este mundo, poseen por el hecho de estar vivos, en el pasado le dieron el titulo de espíritu. El flujo como técnica, es permite manifestar esa fuerza una forma materia, para ser utilizado. La mayoría son cosas sencillas, otras son como armas, y unas, mucho más extrañas como la del teniente Mileto.-
-¡Si claro!, como crees que me tragare eso...- Respondió Alfonso en un tono sarcástico.
En ese momento, Alloan se levanto de su cama, se llevo la mano al pecho y extrajo una materia similar a un listón rojo. Alfonso cuando se percato, sentía una fuerza presionando al rededor de su cuello.
-De momento, no te matare.-
Y tras decir eso, el listón desapareció en el aire.
-Eso no demuestra nada...-
-No importa, pronto entenderás que no mentimos.-
Alloan miro uno de los relojes.
-Parece que es hora de la cena... Apaga las luces-
Tan pronto como dijo eso, Alloan tomo su gorra del perchero junto con el saco negro, y salio del lugar dejando la puerta entreabierta; Alfonso sin comprender que fue lo que ocurrió exactamente, se dirigió a apagar las flamas del candelabro, soplo a cada una de las cuatro velas quedando obscura la diminuta habitación, solo iluminada por una pequeña linea de la puerta entre abierta. Salio del cuarto, pudo ver a Alloan alejarse por el oscuro pasillo iluminado por candelabros que colgaban en lo alto. Alloan se dio media vuelta miro a Alfonso...
-Alfonso Vasile, apresúrese.-
...y continuo caminado.
-Tal vez Erame tenia razón sobre la verdadera forma de ser de Alloan.- susurro para si.

La comida poseía un singular gusto insípido, mas a Alfonso no le sorprendió. Era obvio que este lugar, era una base militar, y recordaba, los comentarios de su padre. “La comida de las barracas sera completamente nutritiva, pero no me gusta su sabor”
Le era en absoluto desconocido la razón por la cual, recordó esas palabras. El resultado de la curiosa terminación del entramado neuronal, una serie de ideas flotando en las paredes de la mente en espera de ser retomadas, o como diría Paolo, una simple coincidencia. Cualquier pensamiento, sin embargo, no respondía de forma satisfactoria aquella duda.
Los murmullos de todos a su alrededor, -a cada cucharada de aquella clase se sopa de verduras con carne-, al juzgar por el gesto de su cara, le parecía molesto.
-¿Ese es el ficticio?- Pregunto un primer hombre.
-Sí, dicen que el fue el culpable del ataque- Le contesto un segundo.
-¿Y por qué no lo ejecutan de una vez?- Anidio un tercero.
-Si seras estúpido, yo escuche de el buen Ubuill que, Alloan lo amenazo, incluso el pobre pensó que lo ejecutaría en ese lugar...- Dijo el segundo en tono serio.
-¿En serio...?- Hablo el tercero incrédulo.
-Sí, es la pura verdad, ya vez, Ubuill nunca miente, y como decía, que llego Alinaus y lo regaño, es más, los cito a los dos a presentarse con el terminando la cena...-
-Siempre he sospechado de Alinus, quien sabe, tal vez los rumores sobre lo ocurrido en la expedición, sean reales...- Interrumpió el primero; el segundo y tercero continuaron.
-Disculpa, pero aun no nos dices por que razón Alloan considero al joven ficticio como culpable...-
-Es simple, Ubuill me dijo que fue por el hecho, de que el ficticio hablo en nuestra lengua...-
-Pendejo- dijeron al unisono tanto el primero como el tercero. Pronto, el tercero anidio.
-Es muy probable que nos hubiera escuchado, miren su rostro, y la forma en que nos observa, alejémonos pues...-
Los tres hombres se levantaron y se dirigieron junto con sus platos a un lugar más apartado, mirando de reojo. Respiro el vapor que surgía del plato, el cual se dirigió a su nariz, depositando su aroma, un pequeño rugir de sus tripas alejo su mente. Alfonso solo se limito a continuar comiendo con los ojos clavados en el plato hondo de cerámica, de una sopa compuesta con una serie de verduras ajenas y con trozos de carne, que al juzgar por su sabor mezcla de pollo y pescado, era de un animal desconocido. El olor llego a su mente, el contraste entre el penetrante y vivo del olor, con lo extinto de los sabores, solo ayudo a un incremento de su estado depresivo. Recordó el sentimiento que experimento sobre la plataforma con el olor de la carne. El asco regreso, desvío la vista del plato al piso; el azulejo, un teselado de intrincadas figuras en blanco y negro que le recordó algunas explicaciones sobre la partición del plano.
-Los algoritmos para obtener teselados, o, imitar los pasos de Escher- mascullo, soltando una pequeña sonrisa en su rostro.
-”pa-te-ti-co...”- susurro la extraña voz
-¿No tienes otra palabra que decirme?- pregunto Alfonso.
-Es simple, no encuentro una mejor palabra para describirte.-
-No eres real.-
-Real, ho, al final de todo ¿Qué es real?-
-Callate.-
La sombra salio y le tomo la cara, la sujeto con fuerza, apretando sus mejillas.
-Sé que tienes miedo de descubrirlo, sé que también estas ansioso por saber. Me pregunto que pasara cuando toda la lógica sobre la que construiste tu mundo se venga abajo, por supuesto, si se da el caso. Y recuerda, yo estaré ahí...-
-Alfonso, ven..- Era la voz de Alloan.
Aquel desapareció. Alloan lo miro extrañado.
-¿Paso algo?- Pregunto preocupado Alloan.
Alfonso reacciono. Se levanto y en el mismo movimiento, dejo el plato sobre la mesa. Miro a Alloan.
-Sí, vamos...-
Dejaron el comedor sin decir palabra a nadie. Alfonso podía sentir como todas las miradas convergían en su persona. Alloan caminaba por delante. Alfonso se resistió a realizar cualquier tipo de pregunta. Los murmullos seguían por todas partes.
-Sera interesante...- dijo la extraña voz de la alucinación.

-¿Tienes alguna idea sobre cual es el motivo para traerte aquí?-
-No señor- respondió Alloan con un poco de astió.
-No te he dirigido a ti la palabra, sal, espera afuera hasta que te llame, es una orden...-
Alloan apretó los dientes, sin decir palabra salio de la habitación, cerrando la puerta detrás de él. Alfonso observo al extraño, elevo la mirada al cielo, y apenas pudo contener el inteligible gesto de sorpresa al ver el dragón.
-Siempre pasa la primera vez que la gente lo ve, pero, aun no has respondido la pregunta que te hice- dijo el hombre.
-Discúlpeme, pero creo que ambos tenemos una serie de preguntas, de las cuales, estamos deseosos de conocer la respuesta, no lo tome como una descortesía de mi parte, pero antes de continuar, ¿Con cual nombre he de referirme a usted?-
-Brillante, no esperaba menos del propietario de esta llave...-
Y tras decir eso, el hombre con un rápido movimiento de mano izquierda, abrió uno de los cajones de su escritorio, tomo el contenido, y lo mostró a Alfonso. Era el crucifijo de oro, con el rubí rojo en el centro.
-...responderé a tu pregunta, pero a la única petición, ¿Responderás las que te realice?-
-Tengo palabra, responder, claro, si usted cumple con la misma condición para mi.-
-En ese caso, permite que me presente Alfonso Vasile, mi nombre es Alinaus Baanedicte- Alinaus extendió su mano derecha a Alfonso, quien también la estrecho. Pronto dejaron esa convención, separando sus manos en un movimiento brusco.
-Supongo que el motivo esta relacionado con la llave.- Contesto Alfonso señalando con la palma de su mano por un instante a la llave.
-En parte, pero, he de confesar que tengo mas interés en preguntar sobre como sabes nuestra lengua.-
-Como lo he dicho, quede inconsciente, y al momento de desper...-
-A mi no tienes que decirme esa tonta historia, te servirá para los otros, pero yo sé que paso algo más mientras dejaste este mundo. Lo acontecido esta tarde ha generado una gran cantidad de papeleo.-
-Le repito, no sé lo que paso...-
-Mientes, lo percibo en tu tono de vos, en la forma en que me miras, la discreta agitación de tu corazón, lo dejare pasar por alto, ya que no te considero una amenaza.-
-¿Disculpe?- Pregunto extrañado.
Alinaus elevo una de sus cejas y una sonrisa se esbozo en sus labios. Mostró sus dientes amarillentos, y continuo hablando con un tono más suelto y relajado.
-Suponiendo que la hipótesis de Alloan sea verdadera, lamento refutarla por la posesión de la llave. Son objetos demasiado valiosos, tanto que ningún sirviente del demonio Mefistofoles, tiene derecho a portar una. La verdad se sabe, siempre surge, no importa lo profundo que se entierre, ni las cadenas, ni los castigos, siempre se defiende sola, el problema es claro, el momento.-
-La verdad..- susurro Alfonso inclinando la cabeza.
-Sé por parte del señor Enoostein, un gran científico por cierto, que llegaste a su laboratorio junto con tu amigo, y la agente Kiesaaller, formaron un gran alboroto, no tengo los datos exactos, pero, hasta que tenga el reporte de Kiesaaller, ignoro por completo los acontecimientos previos.-
-En ese caso, su próxima pregunta estará relacionada con esos momentos previos...-
-En efecto, dime-
Alfonso le explico todo lo sucedido a Alinaus, hasta el momento en el que llegaron al laboratorio de Enoostein. Alinaus miro la explicación fascinado.
-Interesante, la forma en la que la planteas.-
-Pero tengo muchas preguntas, que preferiría que me respondiera cuando mi amigo, Paolo, este cociente.-
Alinus, sosteniendo el crucifijo lo extendió a Alfonso, y con una ademán, le indico que colocara la palma de su mano. Deposito el crucifijo y lo soltó.
-Te es difícil de creer que este mundo es real, pero cuídala, te pertenece. Sin más, puedes irte, le he dado instrucciones a la señora Ecepu te dará una cama en la enfermería, pero antes, abre la puerta, y que pase Alloan.-
Alfonso abrió la puerta, encontró afuera a un Alloan de pie, observando. Alfonso camino en dirección a la enfermería. Escucho como se serraba la puerta del cuarto de Alinaus. Camino por los pasillos conocidos, y llego a la enfermería. Se encontró con Erame, quien, le dio una cama.
Se acostó en la cama, Dejo el crucifijo sobre las sabanas, se quito la camisa y el pantalón, los doblo para dejarlos en la parte baja de la cama. Se quito lo sucios zapatos.
-¿Si este mundo es ficticio...?, ¿Y si no...?- susurro.
Miro el crucifijo. Las luminarias de los candelabros al final se apagaron. Y su cuerpo se dejo al fuerte sopor, sus párpados se cerraron, comenzó a dormir; con mil cosas en la cabeza, las preguntas, las palabras, las dudas. Colgando el crucifijo de su cuello.

Alfonso despertó. Nuevas candelas en los candelabros iluminaban la oscura enfermería. Se levanto y vistió rápido. Miro a su alrededor, y pudo observar a un importante numero de enfermeras limpiando por todas partes, atendiendo al resto de los enfermos. Miro el crucifijo colgando de su cuello, y se puso la camisa para ocultarlo. Tomo sus pantalones y abrocho el botón. Giro la vista a las camas de Ev y Paolo. Paolo aun seguía durmiendo, pero Ev no. No la veía por ninguna parte. Vio pasar una enfermera cerca de él.
-¿A donde fue Kiesaaller?- Le pregunto.
La enfermera lo miro extrañada. Elevo la vista haciendo memoria, intentando recordar los detalles de esa mañana. Observo a Alfonso.
-Se levanto, temprano esta mañana, se recupero muy rápido de sus heridas, quisiera ser fuerte como ella, la vi durante...- titubeo un poco la chica, continuo -sí, durante el discurso de Alinaus en la plataforma, fue un discurso muy lindo-
-Y ¿Donde esta?...- pregunto Alfonso un poco molesto.
La chica pensó un momento. Alfonso se contuvo para no decir todo el repertorio de palabras inapropiadas que conocía -la gran mayoría, por Paolo-. La chica asentó un momento para si misma, lanzo un susurro ininteligible, y prosiguió.
-Alinaus le pidió que fuera con él-
-Gracias...- Dijo Alfonso, y salio de la enfermería.
La chica lo seguía con los ojos. Una de sus compañeras se le acerco por la espalda, le propino un buen golpe. La otra chica se sobo el lugar del golpe, y miro a su compañera.
-Si seras idiota, que no vez que es un ficticio...-
-Perdón, es que...-
-Nada...-

Alfonso salio de la enfermería y camino por los mismos pasillos que el día anterior. Parecían lucir los pasillos diferentes. La sensación asfixiante, era mucho menor. Las paredes tenían un aspecto mucho más claros y limpio. Miro al piso, continuo caminado, noto los motivos negros y blancos de los azulejos. Una sonrisa se dibujo en su rostro.
No vio por donde avanzaba, así que, no le extraño chocar contra un objeto. Cayo al suelo, y pudo ver a un soldado quien fácilmente, era mucho más alto. El soldado se dio media vuelta, al tiempo que Alfonso se levantaba del suelo lo más rápido que podía.
-Lo siento, disculpe...-
Pero sintió un fuerte dolor en su estomago, se doblo sobre si, y sintió un nuevo golpe en su cara. Cayo de nuevo al suelo.
-No me toques ficticio, de seguro fuiste tú quien permitió el ataque de Mefistofoles...-
Alfonso apretó los dientes, y se levanto. Solo vio alejarse al soldado en los pasillos. Se limpio con la manga el hilo de sangre que brotaba de su nariz. Continuo caminado.
De la puerta más cercana salio Ev, quien ya no vestía su armadura medieval de dimensiones enormes. Un peto mas ajustado a su silueta. Y una falda larga de color morado surgía del interior del pero, llegando hasta casi rosar el suelo. Su montante descansaba en la vaina, la cual colgaba del cinturón de cuero. Su cabello era sujetado por un listón del mismo color de la falda en un moño. Alinaus salio detrás de ella.
-¿Que paso?- Pregunto Ev señalando con el dedo la mancha de sangre en la manga de Alfonso.
-Nada.-
Alinaus se aproximo a Alfonso, quien se percato de una taza de loza esmaltada en blanco con la serigrafia de una flor negra de ocho pétalos. Alinaus dio un sorbo al contenido de la taza y miro a Alfonso.
-¿Como se encuentra tu amigo?-
-Bien señor Alinaus, solo que aun no despierta...-
-Es una lastima- Atino a decir Alinaus, dando después un largo sorbo.
Alfonso lanzo una mirada de duda a Ev, quien solo se encogió de hombros. Movió los labios, y Alfonso dedujo un “Te lo contare luego”. Alinaus dejo de beber, no había nada mas en la taza. Luego, miro a Alfonso, fijándose con interés en la mancha de sangre; y dio la taza a Ev.
-Sin más por el momento, lleva esto al comedor...-
-Sí señor- Dijo Ev, afirmo con la cabeza y perdiéndose en el pasillo.
-Parece que ya se fue, ahora, permite que deduzca lo ocurrido... te golpearon en la nariz...-
Alfonso no dijo nada.
-No los culpes, están molestos y agitados por lo de ayer, perdieron conocidos y familiares. Es el problema de la vida militar. Algunos lo aceptan bien y siguen con sus vidas, otros, solo obtienen un pretexto para buscar venganza, alimentar el rencor, disculpa mis divagaciones, pero no puedo evitarlo cuando pienso en ese tema tan interesante.-
-No se angustie...-
-¿Y? ¿De que querías hablar?-
-Lo siento, pero no venia a hablar con usted, solo quería asegurarme de que Ev estaba bien, me alegro, por ella...-
Alinaus observo fijamente la expresión en el rostro de Alfonso. Por la mirada de Alinaus, Alfonso entendió una insinuación en las pupilas del extraño hombre. Alfonso dio un paso atrás, alejandose de Alinaus, y agitando los brazos en un manojo de nervios, respondió.
-¡No me malinterprete, no es lo que esta pensando...!-
Alinaus sonrío, comenzó a reír un momento. Se calmo y contesto con una mueca alegre, en un tono satisfecho y feliz.
-No, pero aun así eres hombre. He de admitir, que si fuera unos cuantos años más joven , de seguro me lanzaría tras ella; Pero, ella aun es la niña inmadura que conocí hace ya tantos años; y yo, soy el mismo hombre que busca respuestas. Lo que es la melancolía producto de las nostalgias y de los anhelos pasados, dispensa de nuevo a este viejo y sus divagaciones.-
-No hay problema...-
Se formo un silencio entre los dos hombres, el cual fue interrumpido por el sonido de las tripas de Alfonso. Ev llego por donde se había ido; no tardo mucho.
-Kiesaaller acompaña a nuestro invitado a que coma algo-
-Entendido...- respondio Ev, quien tomo de la muñeca a Alfonso.
Alinaus los vio alejarse por el pasillo, pensó en la expresión del rostro de Alfonso cuando lo tomo Ev de su muñeca. Mientras regresaba a su despacho, murmuraba en un tono bajo para consigo mismo, la costumbre de escuchar los propios pensamiento cuando se generan.
-Lo que es ser joven, las acciones que traen vergüenzas y los orgullos cuando se es viejo, la dulce época en la que no importa nada excepto el ahora. Espero creer en tu palabra Alfonso, o de lo contrario, seria trágico. Las relaciones con ficticios no están nunca bien vistas, nunca...- Alinaus tomo el pomo de la puerta.
-...el existir y no ser real, el existir, y no ser real. Vivir sin vivir, estar muerto sin estarlo, ser una entelequia definible solo bajo términos de oxímoron ...-
Después de esas palabras, cerro la puerta.

Llegaron a la entrada de la enfermería, se podía escuchar el sonido, señal del gran sobresalto entre las enfermeras del interior. Alfonso pregunto a la misma enfermera de la otra vez, quien lucia con el cabello alborotado, manchas de polvo en su rostro y ropas; con la cara roja.
-¿Qué paso?-
-Un demonio, ese tipo comenzó a hacer cosas raras y después cuando menos me di cuenta tenia su mano en mi muslo-
Alfonso se sonrojo; sabia que era lo ocurrido. Entraron el y Ev a la enfermería, vieron a una enfermera propinando golpes a Paolo con la escoba. Y a Paolo, sentado sobre la cama como si nada pasara, con una mueca de felicidad.
-Hola hombre, a este lugar le hace falta una remodelación, los candelabros pasaron de moda hace mucho tiempo, pero los vestidos de gusto victoriano en chicas tan sexis lo compensa...-
-Por un segundo pensé que te morirías, pero veo que estas tan vivo como de costumbre- Dijo a Paolo intentando no unirse a la enfermera.
-Pamplinas hombre. Yo solo amo dos cosas, a la vida y a las mujeres, y a la primera ya que me deja disfrutar de la segunda.-
-Nunca cambiaras con respecto a eso...-
-Este lugar tiene una mujeres que para que te cuento...-
-Hey, recuerda por que razón estamos aquí.-
-La razón por la que estoy aquí, es que me arrastraste en todo esto, pero he de admitirlo, a pesar de los golpes, y las lesiones, los tacos de ojos han valido la pena y, tengo un hambre que no tienes una idea, asi que espero que la comida de este lugar por lo menos llene-
-¿Tacos de ojo?- pregunto Ev extrañada.
-¿No comprendes el comentario verdad?, es mejor así- dijo Paolo con una gran sonrisa.